La feroz división entre lo humano y lo animal es el problema que subyace y alimenta y sostiene estas páginas. Este no podía contarse simplemente o usar la estructura convencional de un cuentario; requería una puesta en escena distinta. De ahí´ su carácter a ratos atemorizante, siempre incómodo; todo en Metazoa es de una «fisicidad» que desconcierta y, al hipostasiarse tanto, deviene rasgo fantástico de la vida animal en su totalidad. Hay en este libro la invencio´n de un estilo que oscila entre la poesía barroca y el manual de anatomía, entre el desborde lirico y la asepsia de la prosa médica. No es esto un capricho o un juego de la inteligencia fácilmente imitable, no, sino un arma, una herramienta para hacer aparecer estos animales en claroscuros continuos, como si se abrieran los telones de un escenario apenas iluminado durante unos instantes para dejarnos ver un drama cotidiano y constante del que casi nunca somos conscientes.
Byron Salas