Tan diversos como sus autoras, los textos recogidos aquí tienen en común el mismo reclamo por lo que se nos estafa y lo que se nos mezquinea; por las triquiñuelas que hemos venido descubriendo discurso a discurso, casi absolutamente por todos los caminos del arte y la cultura. Reclamos del feminismo, ese movimiento que la sociolingüista Cheris Kramarae definió como “la idea radical de que las mujeres son seres humanos”.
Las autoras de estos textos son de las que no se creen ser menos humanas que Ortega y Gasset. Sus poesías, cuentos o ensayos, se han elegido aquí porque se inscriben en esa corriente de pensamiento originada en el mismo desasosiego y malestar que, en los albores del siglo xv, llevó a Cristina de Pizan a protestar porque durante mucho tiempo las mujeres habían quedado indefensas y abandonadas “como un campo sin cerca”. Y tal vez también porque, en el fondo, sabemos que, como dice Ana Istarú, tinta y papel otorgan “un inexplicable respeto”, y le dan peso a las palabras para evitar que se las lleve el viento. Yadira Calvo