En tanto que edificio –metáfora trivial para cualquier novela– Guirnaldas (bajo tierra) atrae por su estructura: se plantea como un experimento narrativo fractal donde cada una de sus partes, a su vez, es una novela cuyas partes también podrían llegar a serlo… Ha sido, por otra parte, armada con el laberinto como símbolo guía, con la tragedia como arquetipo y con pluralidad de discursos y tiempos como material básico de construcción. Pero si el edificio se recorre sin más, ascendiendo al cabo hasta su azotea, la vista que resulta es un amplio panorama de la Costa Rica contemporánea: única pero globalizada, pequeña pero ya sin inocencia, tan libre y anárquica como condenada a sus propias trampas y cadenas.
“En esta historia podrían estar todas las historias de todas las clases sociales de todas las creencias de todas las edades de los habitantes de Costa Rica”.
Sergio Arroyo