“Alfredo Oreamuno hace en estas páginas una confesión; no la compungida del exhibicionista que busca conmiseración, sino la del narrador consciente de que bastan sus palabras para convencer al lector de la certidumbre de sus afirmaciones. Oreamuno no trata de convencer, ni de predicar; su ejemplo, su terrible ejemplo, reconocido con hidalguía de ser humano, es motivo suficiente de reflexión que invita a meditar hondamente sobre las consecuencias nefastas de un vicio.
Esta obra es un documento; es un testimonio de quien puede hablar por experiencia propia y que, sin argumentos directos, atrae al lector a su punto, de vista”.
Ricardo Blanco Segura