La metamorfosis cuestiona el angustiante condicionamiento del hombre al despojarlo de la mascarada de su humanidad y eternizarlo en insecto. No hacen falta bufones cuando la obra es el encierro en nuestros pequeños cuartos, con nuestras pequeñas pocas cosas, soñando nuestros pequeños sueños, en nuestra prontitud y eficacia al servicio laboral, en la sumisión a una institución patriarcal añeja como el tiempo.
No debemos reflexionar sobre un hombre que se convierte en insecto, sino más bien en lo que realmente significa convertirse en un ser humano. Kafka, con lágrimas en los ojos, termina de transformar a Samsa desde la esclavitud del absurdo a la liberadora compasión de poder asumir quienes somos realmente. Porque aun cuando la vida nos convierte en monstruos podemos siempre, y en cada momento, elegir no cometer monstruosidades. Perdiendo la humanidad, la generamos.
Cirus Sh. Piedra