Hay un aspecto especial de este libro que ahonda su significado y lo hace enternecedor como pocos: la presencia de la madre, la eterna singular fuente de energía familiar y de valentías y recursos más allá de lo humanamente concebible. Obra filial por excelencia, llega a uno como homenaje también a todas las abuelas y madres nuestras en esta tierra de hondones tan matriarcales. Tuvimos la dicha de conocer a doña Catalina Segura (trabajaba , encantaba, amaba, sonreía), la mano que llevó la mano de Adela Ferreto en estas admirables crónicas.