Dobles Rodrìguez, Fabián


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Fabián Dobles Rodríguez.

Cuentista, novelista y poeta costarricense, miembro de la Academia Costarricense de la Lengua y del Directorio del Colegio de Costa Rica, Dobles es considerado uno de los grandes escritores centroamericanos del XX, ampliamente señaladas sus virtudes como narrador. Su obra se caracteriza por la sensibilidad social y profundo compromiso ético con los desposeídos, así como por el lúdico y solvente manejo del lenguaje.
En tiempos de globalización, cuando el perfil de los distintos países lo esboza su singularidad, la literatura de Fabián Dobles resulta fundamental en la conformación de la identidad costarricense. Sin su obra sería difícil conocer a fondo la esencia de este pueblo que él pintó generosamente, señalando también con vigor oscuridades, egoísmos e injusticias.

Perteneciente a la reconocida Generación del Cuarenta, Fabián Dobles dirigió su mirada a las luchas y faenas del campesinado, hombres y mujeres tozudos y sencillos que forjaron la patria desde abajo, abriendo montaña virgen: Dobles escribió su épica humana. Se ha dicho que es el geógrafo del espíritu costarricense, y él lo recorrió en paisajes y personajes de raigambre autóctona pero de aliento universal.

Nació el 17 de enero de 1918 en San Antonio de Belén, entre familia numerosa (tuvo seis hermanas y tres hermanos), hijo de médico andariego –el doctor Miguel Dobles Sáenz-; muy pronto su curiosidad e inteligencia lo hicieron escuchar con oído fino el habla campesina, jugar con el viento, las pozas, los otros chiquillos y las palabras, en la Atenas calurosa donde creció de los 3 a los 20 años.
"La vena literaria no se sabe cuándo aparece. No había en mi casa una biblioteca grande, pero recuerdo que de niño oía a mis hermanas mayores declamar poemas de Darío y Chocano que nuestra madre, Carmen Rodríguez Solera, nos enseñaba, y a mí me gustaban. Compraba a cinco céntimos unos libritos de literatura universal en la pulpería, en Atenas, y así, cuando entré a primer grado, ya sabía leer", contó alguna vez, y prosiguió: “Algo de culpa tuvo papá, quien en 1915 ganó el segundo premio en un concurso de cuento convocado por la Botica Francesa, y me pedía pasarle a máquina –a dos dedos por supuesto- los artículos que escribía para el semanario El Correo Nacional”.

Cursó la secundaria en el Colegio Seminario y en el Liceo de Costa Rica. En esa época inventó aprenderse el diccionario de memoria –logró llegar a la letra G- y devoró El Quijote en dos meses.

No es raro que escribiera sus primeras novelas, Aguas turbias y Ese que llaman pueblo, alrededor de los 22 años. Esta última se considera la primera novela de la literatura costarricense en abordar la temática urbana.

Desde antes ya venía atreviéndose con la poesía, en sus tiempos de estudiante de Derecho (luego publicaría los poemarios Tú, voz de sombra, 1944; Verdad del agua y del viento, Premio 15 de setiembre, Guatemala, 1948; Yerbamar, 1965, en conjunto con el poeta Mario Picado, y 12 Sonetos).

Así que muy pronto dio a conocer sus inquietudes políticas y literarias y sus mentores fueron Joaquín García Monge y Carmen Lyra.
Ese que llaman pueblo (1942), Aguas turbias (1943), El sitio de las abras (Premio 15 de setiembre, Guatemala, 1950), Una burbuja en el limbo (1947), Los leños vivientes (1962), En el San Juan hay tiburón (Premio Aquileo Echeverría, 1967), y los libros de cuentos: La rescoldera (1947), Historias de Tata Mundo (1966), El violín y la chatarra (1966), se enmarcan en la denominada literatura social pero la poesía, la música (a la que amaba, se consideraba un músico frustrado) le andaban por dentro y se deslizan en sus letras: se ha subrayado la finura de su estilo literario, señalándolo como "maestro en el uso del idioma", al cual le conocía los vericuetos para expresar situaciones y sentimientos. En Dobles hay una clara y lograda voluntad de estilo, tanto que Alberto Cañas declaró que “uno no sabe si los campesinos hablan así, o si es que aprendieron el lenguaje que les enseñó Fabián Dobles”. Una característica que singulariza su literatura es la reciedumbre y valentía de sus personajes femeninos, a menudo mujeres de rompe y rasga, como la inolvidable Mamita Maura, de Historias de Tata Mundo, o la indomable Dolores Vega, la Lola, de El sitio de las abras.

Se ha destacado su oficio y maestría en el género del cuento, especialmente en sus Historias de Tata Mundo, incluidas en la colección universal de la UNESCO, y traducidas al inglés, así como en otros cuentos considerados magistrales e integrados a antologías de varios países e idiomas.

Ganador de Primeros Premios de novela en concursos nacionales (Aguas Turbias, en 1940, y En el San Juan hay tiburón, en 1967), y centroamericanos, como el prestigioso Certamen 15 de Septiembre, Guatemala (novela El sitio de las abras, 1947, y Verdad del agua y el viento, poesía, 1948), se le otorga el Premio Nacional de Cultura Magón en 1968 por el conjunto de su obra, cuando apenas contaba con 50 años.
El sitio de las abras, su novela más emblemática, es un clásico que nos permite conocer a fondo la saga épica de nuestros ancestros campesinos y un retazo de la historia universal de las luchas de los seres humanos por la tierra. Además, su prosa en ella refleja -como un árbol denso y vital, brillante y húmedo, acogedor y profundo- el dominio del idioma que había alcanzado el escritor.

Este autor uno de los Premios León Felipe (Finisterre Editor, 1972) fue distinguido por La Enciclopedia Británica, que mencionó sus Historias de Tata Mundo como uno de los mejores tomos de cuento latinoamericano, 1956, según lo publicó en 1957 El Diario de Costa Rica, refiriéndose a estos relatos en que “la vida popular toma carta de ciudadanía en la literatura nacional de Costa Rica” (El Nacional, México, 1955). Universitarios no solo costarricenses sino norteamericanos y europeos se han graduado con tesis sobre algunas de sus obras; aparece en selecciones de narrativa hispanoamericana o latinoamericana publicadas, ya en español, ya en traducciones, en Centroamérica, México, Ecuador, Venezuela, Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Francia, Unión Soviética, Turquía, y algunos de sus libros de cuentos se han traducido al italiano, inglés, francés, turco y ruso.

Después de vivir 25 años en el distrito josefino de Zapote, el escritor y su familia se trasladaron en 1979 a San Isidro de Heredia, a una propiedad que bautizó con el nombre de “El sitio de las abras”. Allí transcurrieron sus últimos años entre sembradíos de aguacates de altura, una de sus últimas pasiones.

Perteneció al Partido Comunista y aunque en nuestro país se han disimulado las persecuciones ideológicas, a causa de ellas Dobles vivió penurias económicas. “Una vez por ir a vender un cuarto de litro de leche en medio aguacero, se me vino el carricoche encima. Me malmaté todo, me senté en un caño y pensé: ¿Y así vos te creés escritor?”, contaba el literato a una investigadora norteamericana. Trabajó en diversos oficios para mantener a su familia, desde repartidor de leche en las madrugadas, fabricante de cobijas y ebanista, hasta profesor de inglés, corrector de pruebas y editor.

A los 70 años publicó su última novela, Los años pequeños días, elogiada por su prosa vital y estructura contemporánea, y por ella recibió el Premio Áncora en literatura (1992), que otorga bienalmente el periódico La Nación.

De sabrosa e infatigable conversación, su figura de patriarca –barba blanca, gorra y sandalias- jovial y magnánimo, era un libro abierto para quien se le acercara. En los últimos años vivía muy cerca de la tierra, de su compañera de vida, Cecilia, madre de sus cinco hijas, en contacto con flores, frutos y sus nietos. Al decir de algunos, convertido en una "potencia espiritual", sabio de la vida y su transcurrir.

Fabián Dobles murió el 22 de marzo de 1997, cuando se derrochaba el canto de los yigüirros y el colorido de las guarias moradas en torno a sus amados paisajes, y un cometa se vio descender a través de los cafetales que circundaban su estancia.

"El escritor no escribe para las gavetas ni para solazarse, sino para producir efecto conmovedor en la sociedad, en un sentido positivo de abrir brechas, de ennoblecer la existencia, de mejorar la sociedad". F.D.